miércoles, 2 de noviembre de 2011

El cuervo

el cuervoUna vez, al filo de una lúgubre media noche,mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,cabeceando, casi dormido,oyóse de súbito un leve golpe,como si suavemente tocaran,tocaran a la puerta de mi cuarto.“Es —dije musitando— un visitantetocando quedo a la puerta de mi cuarto.Eso es todo, y nada más.”¡Ah! aquel lúcido recuerdode un gélido diciembre;espectros de brasas moribundasreflejadas en el suelo;angustia del deseo del nuevo día;en vano encareciendo a mis librosdieran tregua a mi dolor.Dolor por la pérdida de Leonora, la única,virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.Aquí ya sin nombre, para siempre.Y el crujir triste, vago, escalofriantede la seda de las cortinas rojasllenábame de fantásticos terroresjamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,acallando el latido de mi corazón,vuelvo a repetir:“Es un visitante a la puerta de mi cuartoqueriendo entrar. Algún visitanteque a deshora a mi cuarto quiere entrar.Eso es todo, y nada más.”Ahora, mi ánimo cobraba bríos,y ya sin titubeos:“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdónimploro,mas el caso es que, adormiladocuando vinisteis a tocar quedamente,tan quedo vinisteis a llamar,a llamar a la puerta de mi cuarto,que apenas pude creer que os oía.”Y entonces abrí de par en par la puerta:Oscuridad, y nada más.Escrutando hondo en aquella negrurapermanecí largo rato, atónito, temeroso,dudando, soñando sueños que ningún mortalse haya atrevido jamás a soñar.Mas en el silencio insondable la quietud callaba,y la única palabra ahí proferidaera el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”Lo pronuncié en un susurro, y el ecolo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”Apenas esto fue, y nada más.Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,toda mi alma abrasándose dentro de mí,no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.“Ciertamente —me dije—, ciertamentealgo sucede en la reja de mi ventana.Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,y así penetrar pueda en el misterio.Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,y así penetrar pueda en el misterio.”¡Es el viento, y nada más!De un golpe abrí la puerta,y con suave batir de alas, entróun majestuoso cuervode los santos días idos.Sin asomos de reverencia,ni un instante quedo;y con aires de gran señor o de gran damafue a posarse en el busto de Palas,sobre el dintel de mi puerta.Posado, inmóvil, y nada más.Entonces, este pájaro de ébanocambió mis tristes fantasías en una sonrisacon el grave y severo decorodel aspecto de que se revestía.“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,no serás un cobarde,hórrido cuervo vetusto y amenazador.Evadido de la ribera nocturna.¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbadopudiera hablar tan claramente;aunque poco significaba su respuesta.Poco pertinente era. Pues no podemossino concordar en que ningún ser humanoha sido antes bendecido con la visión de un pájaroposado sobre el dintel de su puerta,pájaro o bestia, posado en el busto esculpidode Palas en el dintel de su puertacon semejante nombre: “Nunca más.”Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.las palabras pronunció, como virtiendosu alma sólo en esas palabras.Nada más dijo entonces;no movió ni una pluma.Y entonces yo me dije, apenas murmurando:“Otros amigos se han ido antes;mañana él también me dejará,como me abandonaron mis esperanzas.”Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”Sobrecogido al romper el silenciotan idóneas palabras,“sin duda —pensé—, sin duda lo que dicees todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendidode un amo infortunado a quien desastre impíopersiguió, acosó sin dar treguahasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,hasta que las endechas de su esperanzallevaron sólo esa carga melancólicade ‘Nunca, nunca más’.”Mas el Cuervo arrancó todavíade mis tristes fantasías una sonrisa;acerqué un mullido asientofrente al pájaro, el busto y la puerta;y entonces, hundiéndome en el terciopelo,empecé a enlazar una fantasía con otra,pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,lo que este torvo, desgarbado, hórrido,flaco y ominoso pájaro de antañoquería decir granzando: “Nunca más.”En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,quemaban hasta el fondo de mi pecho.Esto y más, sentado, adivinaba,con la cabeza reclinadaen el aterciopelado forro del cojínacariciado por la luz de la lámpara;en el forro de terciopelo violetaacariciado por la luz de la lámpara¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!Entonces me pareció que el airese tornaba más denso, perfumadopor invisible incensario mecido por serafinescuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,por estos ángeles te ha otorgado una tregua,tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!¡Apura, oh, apura este dulce nepentey olvida a tu ausente Leonora!”Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!¡Profeta, sí, seas pájaro o demonioenviado por el Tentador, o arrojadopor la tempestad a este refugio desolado e impávido,a esta desértica tierra encantada,a este hogar hechizado por el horror!Profeta, dime, en verdad te lo imploro,¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?¡Dime, dime, te imploro!”Y el cuervo dijo: “Nunca más.”“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,ese Dios que adoramos tú y yo,dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edéntendrá en sus brazos a una santa doncellallamada por los ángeles Leonora,tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgenllamada por los ángeles Leonora!”Y el cuervo dijo: “Nunca más.”“¡Sea esa palabra nuestra señal de partidapájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentiraque profirió tu espíritu!Deja mi soledad intacta.Abandona el busto del dintel de mi puerta.Aparta tu pico de mi corazóny tu figura del dintel de mi puerta.Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.Aún sigue posado, aún sigue posadoen el pálido busto de Palas.en el dintel de la puerta de mi cuarto.Y sus ojos tienen la aparienciade los de un demonio que está soñando.Y la luz de la lámpara que sobre él se derramatiende en el suelo su sombra. Y mi alma,del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,no podrá liberarse. ¡Nunca más!
Edgar Allan Poe

jueves, 6 de octubre de 2011

El cuento de Blancanieves políticamente correcto.(Otra forma de leer literatura infantil)



Blancanieves era una niña encantadora que provenía de un hogar desestructurado. Sus padres tenían serios conflictos de convivencia, con episodios puntuales cercanos a la violencia de género, por culpa de ciertos problemas de adicción de la madre que finalmente dieron al traste con la relación. Después de un intenso periplo judicial, la custodia de Blancanieves acabó recayendo en su padre, que unos años más tarde rehizo su vida con una nueva compañera sentimental.

Blancanieves aceptó la nueva relación de su padre de buen grado y siguió su vida como siempre, colaborando en movimientos sociales de vanguardia, organizando jornadas de resistencia con el movimiento okupa, de gran pujanza en aquel pequeño reino y, en general luchando con distintas organizaciones de izquierda por un mundo mejor y más justo.

La madrastra, que era de derechas aunque intentaba disimularlo con cierto aire centroreformista, quería que Blancanieves hiciera un curso de corte y confección por correspondencia o al menos acabara la ESO, pero “eso” no entraba en los cálculos de la chiquilla, cuya fuerte conciencia social y su ideal de lucha por la paz perpetua y el mejoramiento social de los más débiles, le impedían dedicarse a actividades tan reaccionarias. La madrastra tampoco soportaba el trajín constante de los amigos de Blancanieves por casa, ni que organizaran asambleas políticas en el living-room, lugar que dejaban siempre hecho un asco según los patrones caducos de limpieza de su clase social. Hasta tal punto llegó la tensión entre Blancanieves y su protofascista madrastra, que el padre se vio obligado a abrir un proceso de diálogo encaminado a acabar con la violencia verbal entre ambas. Blancanieves, que tenía un corazón de oro, prefirió no tensionar más la relación sentimental de su padre y decidió irse de cooperante a un bosque cercano, donde podría seguir trabajando por un mundo mejor sin necesidad de aguantar diariamente a semejante petarda.

En un bosque próximo a su aldea funcionaba una ONG compuesta por siete personas con disfunciones en el sistema hormonal del crecimiento, dedicada a luchar contra las multinacionales de la madera, que amenazaban con esquilmar los bosques del reino. Blancanieves entró rápidamente en contacto con la organización y quedó fascinada por la gallardía con que sus integrantes se enfrentaban al capitalismo depredador. En el acto formalizó su solicitud y se puso a trabajar con el resto de sus miembros en el programa de agitación social del pueblo, para inducirle a rebelarse contra quienes pretendían acabar con su derecho social al disfrute del paisaje.

Pero la madrastra, que, recordemos, era de derechas, no dejaba de interesarse por las actividades de la muchacha y estaba cada vez más alarmada con las noticias que le llegaban de su participación en acciones de comando contra las empresas madereras. Por eso, un buen día se disfrazó de anciana perteneciente a una minoría étnica y, acercándose a la sede de la ONG, entregó a su hijastra una jugosa manzana previamente rociada con un potente ansiolítico. En cuanto Blancanieves comió el jugoso fruto entró en un estado de letargo que le impedía el más mínimo esfuerzo intelectivo. Pasaba los días viendo el programa de Ana Rosa y los espacios vespertinos de testimonio, sin voluntad para seguir su prometedora carrera en el campo de la concienciación social, en el que tanto había destacado.
Las siete personas con disfunciones en el sistema hormonal de crecimiento empezaron a preocuparse cuando vieron a Blancanieves poniéndose rulos y a hablando con los ojos semientornados imitando a Belén Esteban. Pero cuando más profunda era la sima en que se encontraba su invitada, un príncipe acertó a pasar por delante de la sede de la ONG. Las siete personas con disfunciones en el sistema hormonal de crecimiento tenían cierta relación con el príncipe, pues aunque sucesor de una institución opresora y antidemocrática, era quien les pasaba la información de las rutas de los camiones madereros, con la cual los siete organizaban unas emboscadas maravillosas. Enterado de la tragedia, el príncipe les propuso que le dejaran darle un besazo a Blancanieves.
- Pero Alteza, ¿Cree que así se curará?
- Por supuesto que no estúpido, pero si no la beso ahora que está gagá perderé esa oportunidad para siempre.
Así que sin dar tiempo a que las siete personas con disfunciones..., etc. etc. etc. dijeran nada, se abalanzó sobre Blancanieves y le dio un beso a lo Gary Cooper, con tan buena fortuna que la capsulita de haloperidol que la malvada madrastra había logrado engarzarle en una caries se desprendió por completo. Al cabo de unas horas, pasados los efectos del veneno, Blancanieves volvía a ser la de siempre, pero con un deseo mucho mayor de mejorar el maldito mundo a causa del síndrome de abstinencia.
El príncipe se había enamorado de ella y le propuso abandonar la lucha callejera e irse con él a vivir a palacio, como pareja de hecho, a cuyo fin había ordenado al Patrimonio Nacional que le hiciera un hermoso palacete junto a la residencia de la familia real. Blancanieves, que también empezaba a sentir algo por el apuesto príncipe, aceptó con la condición de que antes de formalizar su relación de hecho tendrían que asistir a un cursillo de formación de cuadros que una de las siete personas con... impartía esa misma noche en el pequeño salón parroquial de la aldea.
El director del curso, por cierto subvencionado por la secretaría de estado de asuntos sociales del reino, tenía tanto prestigio entre la izquierda del lugar que le apodaban “El lenincito de la foresta”, aunque para abreviar todos le llamaban “Cito”. Esa noche, el príncipe se vio a sí mismo frente a sus propias contradicciones, aprendió a interpretar la historia de su pequeño reino en clave de lucha de clases, se familiarizó con el materialismo histórico y captó los rudimentos de la dialéctica progresista, fruto de lo cual salió del minicurso convertido en un rojazo coronado, especie por cierto no demasiado infrecuente en las monarquías de la época.
Blancanieves y el príncipe fueron a palacio y desde las escalinatas proclamaron la dictadura del proletariado en medio de un vibrante discurso que acabó congregando a la multitud. La gente se perdía cuando Blancanieves y el príncipe hablaban de los soviets, pero lo de expropiar todos los bienes a los ricos para repartirlos entre el pueblo le sonaba a música celestial. El rey, creyendo que su hijo se había vuelto completamente imbécil, recogió sus pertenencias, sus libretas bancarias y la playstation y abandonó el palacio por las mismas escaleras en las que su hijo se dedicaba a emular a una Scalett O’hara revolucionaria. Mientras bajaba junto a la reina, abdicó solemnemente proclamando al pueblo:
- Hala, aquí os dejo a este idiota con la corona. Que vaya bien.
Blancanieves y el príncipe, ya rey, convirtieron el antiguo reino en una Democracia Popular, Revolucionaria y Progresista, nacionalizaron todos los bienes de producción, expropiaron a las multinacionales todas sus pertenencias sin derecho a indemnización, prohibieron las manifestaciones religiosas y la maxi-hamburguesa de venado, destruyeron todos los restaurantes de comida rápida, crearon un impuesto para gravar las producciones cinematográficas de un famoso imperio enemigo y promulgaron un decreto aprobando el divorcio express.
Y todos, especialmente Blancanieves y su príncipe, fueron muy, muy, muy felices y comieron productos macrobióticos con pan de soja.




La bengala perdida


Tu jeep no arranca más,
ni siquiera un milagro te haría salir,
del barro no volverá.

Adentro queda un cuerpo,
la bengala perdida se le posó,
allí donde se dice gol.

Dejaron todo bajo el vendaval
y huyendo del lodo no se supo más,
bajo la lluvia el chasis se pudrió
y allí también la criatura de Dios.

Después volvió el amor,
al llegar un verano él se enamoró,
tuvieron un lindo gordi.

Bajo la herencia la inmortalidad,
cultura y poder son esta porno bajón,
por un color, sólo por un color,
no somos tan malos ya la cancha estalla en nada

Sin darme cuenta voy cayendo en cruz hacia el cenit,
el cielo ya no tiene mis pies.
Y la espiral que me habrá de llevar no es mejor
que todas esas vueltas que di,
buscando un amanecer,
buscando un amanecer,
buscando un amanecer.

No hay una cuestión que no conduzca al mar,
tan solo asi de noche puede uno descansar.
Dios de probeta de piadosa luz de corderoy,
Tití portando un dulce Exocet,
que busca de piel en piel,
que busca de piel en piel,
que busca de piel en piel.

De las tribunas se puede regresar,
tan solo hace falta ser de masa gris.
Las aguas tienen un recurso más,
moviendo las olas ya no hay realidad,
ondas en aire.

Un tibio día se precipitó hasta aquí,
aquí donde no hay nada que hacer.
Y la mujer que sabe el devenir porque ve
mirando con el ojo del sur,
el ojo que mira al magma,
el ojo que mira al magma,
el ojo que mira al magma.

Inutilmente no se vuelve aquí y es que algo habrá
el cielo sólo quiere jugar.
No quiero un valle de catacumbas nunca más,
no quiero que me llenen de sal,
jugando hasta no poder,
jugando hasta no poder,
jugando hasta no poder.

Bajo la herencia la inmortalidad,
cultura y poder son esta porno bajón,
por un color, sólo por un color,
no somos tan malos todo va a estallar,
ondas en aire,
ondas en aire,
ondas en aire.

Intérprete: Luis Alberto Spinetta


1)    Leer la letra de la canción de Luis Alberto Spinetta , interpretarla y sacar el tema central .

2)    Leer el artículo El "síndrome" de las bengalas y el crimende Roberto Basile en ´83 y establecer las relaciones que se encuentran en ambos textos.


3)    Elaborar una opinión personal respecto al tema.